Detalle

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Detalle de la portada del libro "Cautivo del Deseo" By: Óscar Eduardo Montoya

viernes, 26 de junio de 2020

El Escepticismo y la Fe. A propósito de Nicolás Gómez Dávila


La filosofía del pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila parece estar en una constante tensión entre el escepticismo y la fe. A lo largo de su obra y en gran parte de sus apuntes se puede ver esa actitud descreída que provoca la duda filosófica; lo mismo que en algunos otros ratifica su total confianza en Dios y en la Iglesia preconciliar, vista ésta no sólo como ejemplo de gobierno jerárquico perfectamente organizado, sino como educadora: madre y maestra (mater et magistra). Tanto para defender sus propios argumentos como para atacar y criticar a sus adversarios se vale de su fe a través del descrédito -como veremos- de los ideales de la razón, de la ciencia, de la técnica, de la democracia, de la modernidad y del progreso, entre otros. Pero no se crea que el autor de este trabajo tenga la intención de reducir el pensamiento de Don Nicolás a esa tensión expresada al comienzo. No, ni más faltaba, y mal haría en pretenderlo. Puesto que la obra de Gómez Dávila es irreductible, tiene miles de matices aquí y allá, y éstos no se pueden contener todos en una sola línea de lectura, están así estructurados enriqueciendo su pensamiento.

Sin embargo, si tuviéramos que rescatar un rasgo, si fuera necesario determinar ¿qué es lo que “unifica” la filosofía gomezdaviliana? concluiríamos sin equívoco que es esa tensión entre el escepticismo y la fe. Los enemigos de don Nicolás son los enemigos de la fe católica que se alzan como estandarte en la modernidad y que son tomados como prototipo en los años siguientes, estos son entre otros: el progreso, la técnica, la democracia, la moda, la razón divinizada, el hombre emancipado de Dios, etc. y para luchar contra estos enemigos reviste su pensamiento de escepticismo, para atacarlos con las armas de la duda, de la ironía, de la indeterminación, pero también con la máxima, con la sentencia, con la conclusión irrefutable, con la expresión dogmática amparada en la tradición. Para este combate Gómez Dávila recurrirá a un arcaico estilo de escritura en el que se cuentan los más antiguos y clásicos fragmentos al igual que los más recientes aforismos. De hecho, hablando formalmente, sus frases son unas veces abiertas y persuasivas, es decir libres a la interpretación como un aforismo, aparecen ante el lector como un cielo abierto y constelado; y otras veces son cerradas y contundentes, como en el caso de la sentencia que hace que la mirada se fije en un punto y que hacia ese punto tienda todo el significado del apunte escrito.

¿Quieres seguir leyendo? Descarga mi libro en el siguiente enlace. Si lo quieres impreso escríbeme... pavillegas@utp.edu.co





martes, 9 de julio de 2019

Historia de una nación


Quiero trazar un esbozo histórico quizás desordenado sobre nuestra historia para realizar una reflexión en torno a la violencia con la que a veces nos toca convivir y de la que la mayoría de los colombianos estamos hartos. Desde 1492, cuando el continente americano fue invadido y zaqueado por un grupo de naciones europeas, hemos vivido en medio del sinsabor de la intolerancia. Eso lo aprendimos desde la difícil época que significó para estas tierras la cristianización de lo que los invasores llamaron “Nuevo Mundo”, que no era nuevo pero que para ellos resultaba desconocido.



Después de intensas gestas el gobierno logró establecer un pie de fuerza lo bastante valeroso para hacerle frente a la corona española representada por los virreyes en América. Nuestra nación se vio envuelta en las guerras más absurdas. Éramos un país inmaduro, un estado adolescente que resultaba simplemente ingobernable. No solo debido a la inmensidad de su territorio, ni a las diferencias evidentes entre cada una de sus regiones; sino, y lo que es peor, debido a la mala intención de quienes querían hacerse con el poder. Un cisma incomprensible entre el centralismo conservador y el federalismo beligerante mantuvo la tensión y la guerra interna que permitieron la pérdida de gran parte del territorio. Sin superar estas diferencias, Colombia se convirtió en una pequeña república que ha ido aguantado los malos gobiernos de los últimos doscientos años, desde que se instauró una falsa democracia a partir de una supuesta independencia.
El momento más lamentable de la historia que ha vivido el país son los últimos setenta años (aproximadamente). En los que en un intento por defender a los indefensos y reconocer a los olvidados, se fueron instaurando las guerrillas patrocinadas por otras naciones de gobiernos socialistas. Estas guerrillas significaron para el campo y las selvas la posibilidad de establecer formas de autogobierno que permitieran el desarrollo y la explotación del suelo. Sin embargo, en el momento en que se quedaron sin el patrocinio extranjero, estas guerrillas perdieron su norte y permitieron que un mal peor que el abandono del gobierno central se apropiara de las selvas, de los campos y en consecuencia de las ciudades.
Caricatura de Matador en El Tiempo.
Nuestro panorama siempre ha oscilado como un péndulo que empujado por un eterno movimiento se acerca y se aleja a dos contrarios que lo atraen alternadamente. Desde el origen mismo de nuestro nombre carecemos de identidad propia, seguimos siendo la “tierra de Colón” (Colombia) como cantamos entusiasmados en la segunda estrofa de nuestro Himno Nacional. Seguramente, debemos sentir “orgullo patrio” de que un italiano con dudosas intenciones se topara con la tierra hermosa y fértil del continente americano. El heroísmo y la barbarie bautizaron estas tierras en las que ya habitaban grupos de indígenas que jamás se imaginaron el trágico desenlace que acaecería. Además, la memoria nos fue arrebatada desde hace mucho, para poder seducirnos y engañarnos al antojo de fines mezquinos que han desangrado el continente durante casi cinco siglos.
Imagen tomada de El Colombiano

Colombia es un país que nació enfermo, moribundo, y que se ha ido muriendo lentamente, en una agonía que no puede compararse a la decadencia de otras grandes naciones. Porque a Colombia le robaron su infancia, esa inocencia precolombina en la que seguramente los antepasados vivían felices. Pero vinieron a quemarle sus dioses, a violarle las mujeres, a corromper su alma y no dejaron más que ruinas… Todos estos pueblos perdieron la esperanza, se sometieron a los invasores porque, como decía Cioran a este propósito, “una vez abolidos nuestros símbolos por la lucidez, la vida es un amargo deambular entre templos abandonados. ¿Cómo seguir viviendo sólo con las ruinas de los dioses?” (2009, pág. 44) La resistencia fue apagada, no con argumentos, sino con violencia y la violencia quedó tatuada en el alma del colombiano, la violencia es sin duda el símbolo más evidente de su inmadura identidad. Colombia no ha tenido vida propia: primero, estuvo bajo la corona española; luego, se comportó como una nación ingobernable dividida internamente; en la actualidad es movida por las aguas del “progreso” que le han incubado otros países, sin saber que “todo progreso entraña un equivalente de ruina” (Cioran, 2009, pág. 37). La ruina de Colombia, como un triste presagio de lo que sucederá en el mundo, son los hijos que abriga en su territorio… El mañana nos espera abriendo sus fauces esperando la conversión o la tragedia.

Editorial Periódico El Faro, junio/julio 2019.

viernes, 25 de enero de 2019

Visitando mi escuela


(25 de febrero de 2014)

Cuando crucé el umbral sabía que faltaba algo, la visión se perdía en la profundidad del espacio buscando el encuentro con las aves marías que cantábamos antes de comenzar la jornada. Cuántos cantos en mayo, cuántas fiestas celebradas, cuántas veces llené de flores y poesías sus preciosos pies. Inútilmente seguí buscando. Pensé por un momento con un leve entusiasmo que habían destinado un mejor lugar para rendirle homenaje a la Virgen Milagrosa. En cuanto pude pregunté por la ausencia de la tan amada Virgen de la Gruta, que me sirvió de escondite en las horas de recreo mientras correteaba a mis amigos, en respuesta hallé un discurso apresurado sobre algunos cambios que había impuesto la nueva rectora, entre ellos la necesidad de no exhibir imágenes religiosas. Pensé de inmediato que se trataba de una nueva pedagogía sin Dios y sin Ley que se habían inventado. O que basados en miedos leguleyos hacia unos decretos desgastados, habían decidido tomar una actitud de cumpli-miento que los eximiera de cualquier complicidad pecaminosa. Cualquiera que hubiera sido la razón habían dejado vacío el espacio y mi corazón henchido de tristeza.


Antes, cuando los maestros educaban, los niños y los jóvenes aprendíamos. Sin embargo, un Tsunami de nuevas pedagogías, de didácticas seculares y de métodos sacados de un sombrero de copa, comenzó a ahogar la educación que fue poco a poco perdiendo su esencia: los profesores empezaron a preocuparse por cumplir los estándares de un sistema educativo obsoleto y dañino. Sacaron a Dios de las aulas. Sacaron el orden, la luz y el asombro. La preocupación por los jóvenes, por sus necesidades humanas, por sus necesidades espirituales, se transformó en el desvelo por los resultados más que por el proceso del aprendizaje. La razón de ser de la evaluación del aprendizaje en la educación está en que es una actividad sistemática integrada en el proceso educativo, que está allí precisamente para enriquecerlo y que lejos de reprobar al aprendiz por no haber demostrado su capacidad sin más explicación debe convertirse en un recurso para que el estudiante sea capaz de formarse como sujeto. No obstante parece ser más importante cumplir la ley, cumplir con los estándares del sistema, que hacer que los jóvenes que asisten a las clases en busca de luz se hagan mejores personas, al menos eso da a entender la vacía actitud de la rectora.
Después de mi visita a la vieja escuela en donde aprendí mis primeras lecciones, en donde profesores preocupados por las humanidades me educaron en el respeto y forjaron en mi espíritu esa buena disposición hacia el aprendizaje, descubrí para mi dolor que todo ha cambiado: ya no está la virgencita, ya no están los profesores, ya no hay orden, no se educa, no se forman buenos cristianos para que sean buenos ciudadanos (como reza el principio salesiano). Mi reflexión puede sonar nostálgica, aburrida y fuera de lugar; pero aunque saquen a Dios de las aulas, aunque hayan tumbado la gruta de la Virgen Milagrosa en la escuela Atanasio Girardot, no pueden tapar el sol con un dedo, aquí cabe decir con el bogotano Nicolás Gómez Dávila: "La Iglesia educaba; la pedagogía del mundo moderno tan sólo instruye".

Publicado en El Faro, marzo de 2014.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Carta abierta a mis estudiantes



El problema de la educación en Colombia no solamente es un asunto de presupuesto. Aunque probablemente en la historia constitucional del país ningún gobierno ha tenido una disposición efectiva de invertir en la educación (salvo G. R. P.), el verdadero problema radica en la falta de calidad de la misma. El sistema educativo por ejemplo se ha mantenido al margen del mundo globalizado con prácticas de aula en desuso: todavía pensando que el estudiante es un “recipiente vacío” que debemos llenar de conocimientos, o que es una tabula rasa sobre la que debemos escribir y grabar los saberes. Pese a que, en los manuales de instrucción y en las escuelas de pedagogía se enseñan métodos de aprendizaje muy variados, en las prácticas de aula el docente sigue manteniendo el control de lo que se enseña y por lo tanto de lo que se debe aprender.

Para nadie es un secreto que, quienes hacen las leyes de educación no son maestros sino funcionarios del Gobierno. Esto implica que, la educación se está pensando desde lo administrativo y político; es decir, desde la necesidad de mantener el control sobre la población y no, como sería ideal, desde la posibilidad de mejorar las condiciones de los ciudadanos a través del acceso al conocimiento. No hay que olvidar que, la invención de los institutos (hoy universidades) en la historia de Occidente se llevó a cabo con el fin de dominar a las personas, este es el motivo por el cual el órgano encargado de impartir el conocimiento fue la Iglesia bajo la tutela del Papa, los obispos y los sacerdotes.

En la actualidad, sacaron la enseñanza de la filosofía de las Pruebas Saber so pretexto de enfatizar en el pensamiento crítico, que es una parte muy limitada del saber filosófico. Sin embargo, la realidad de las instituciones educativas en todos los niveles es muy diferente. A los estudiantes no se les enseña pensamiento crítico porque uno de los fines del sistema educativo es enseñar a obedecer. Por el contrario, se les da unas indicaciones de suerte que piensen lo que es conveniente para mantener ciertos márgenes, para mantenerlos regulados. Por lo tanto, el hecho de que actualmente los jóvenes (quienes han sido engañados, al igual que nosotros, convenciéndolos que les han enseñado a pensar por sí mismos) se tiren a las calles a exigir una educación pública, gratuita y de calidad, es un gesto a todas luces admirable y lo mínimo que deberíamos hacer es escucharlos y apoyarlos. Sinceramente, quiero que mis estudiantes de educación media tengan la posibilidad de estudiar en la Universidad y que mis estudiantes universitarios vuelvan a las aulas seguros que la educación en Colombia -como resultado de la crisis actual- será mejor.

Periódico El Faro, N° 105, Noviembre de 2018.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Presentación del libro "Cautivo del Deseo"


Distinguido por su elocuencia como orador y escritor en el municipio de Santa Rosa de Cabal, el poeta y filósofo Pablo Andrés Villegas Giraldo ha sido reconocido como uno de los mejores conferencistas que ha buscado apoyar y defender a la mujer en diferentes charlas sobre dignidad de género. Siendo un hombre de fe ortodoxa y leal a sus principios, ha querido deleitar y destacar a la mujer en su poesía erótica.
Su seudónimo, Caballero del Aurora, aparece en una noche de luna llena junto a sus  compañeros de arte y un buen vino, cuando se conformó el grupo de la “Resa Medonda”. Fue en aquel momento, cuando encontró sus orígenes como escritor. Muchas de las noches de su adolescencia y juventud temprana, pasaban escribiendo versos, cantando con antiguas guitarras y leyendo las más bellas poesías de amor. Su ser se impregnó de romance y gallardez masculina; estas cualidades siempre estarían presentes en sus versos a partir de ese entonces.
Con elegancia e inspiración, describe cómo la sensualidad, el cuerpo y el deseo se funden para hacer posible la pasión que termina en el temblor y el deleite de dos almas. En sus poemas, él muestra cómo la seducción y la figura humana son capaces de influir en nuestras vidas de una manera positiva, cuando la unión es producida por más que la apariencia física.

El lector encontrará en sus palabras personajes míticos como Afrodita y Eros, que han sido inspiración para él como lo fueron para los antiguos griegos; también generará diferentes sentimientos que pasan de la fuerza del deseo a la candidez de la ternura. Seguidor de los escritos de Bataille, en los que el autor marca la diferencia entre los versos lujuriosos y eróticos, profesionalizándose en los segundos, nuestro Caballero empieza su camino de crear una literatura, aunque polémica, llena de belleza y admiración hacia la naturaleza y la intimidad humana. Con 15 poemas llenos de amor, romance y pasión, se presenta por primera vez frente a un selecto grupo de seguidores en este arte con su Primer Recital de Poesía Erótica, en el mes de marzo de 2015, en el Centro Cultural Soitamá, en Santa Rosa de Cabal. Encontró una inmediata acogida, sorprendiendo a los invitados y estos a su vez, animados, participaron con versos llenos de calor, inquietantes encuentros y dulces recuerdos. A partir de este momento, los recitales se llenaron de una magia extraña, porque han sido otros quienes han propuesto presentarlos. Fue así como sus poemas fueron escuchados y aceptados para ser reproducidos y ser el deleite de un público mayor, y luego, ahora, publicados para que toda esta dicha se postergue en el tiempo a través del papel y la tinta.

Por: Yelixa del Valle


Para adquirir el libro puede escribir o llamar a Caballero del Aurora 3206503957.

lunes, 5 de noviembre de 2018

No tengas miedo

"No tengas miedo ni te desanimes
porque yo, tu Señor y tu Dios,
estaré contigo dondequiera que vayas".
Josué 1, 9.

El último single de Diego Cardona nos muestra con una letra sencilla pero profunda cómo la presencia de Dios, su cuidado y su amor nos acompañan a todas partes. Está acompañado por un vídeo cargado de metáforas visuales que pretendo reseñar en este escrito. Primero, aparece Diego movido por una fuerza superior grabando en un mecanoescrito la letra de la canción “No tengas miedo”, los objetos que acompañan esta imagen son fotografías del pasado que producen un halo de nostalgia. Acto seguido, la escena salta a un templo que se encuentra a oscuras en el que se distingue un crucifijo y bajo éste una luz como un faro que guía hacia Cristo, pese a que el templo está solo y oscuro el ritmo de la canción y las palabras llenan el espacio de tranquilidad.
Diego y los otros músicos parecen representar una de las tantas subidas de Jesús a la montaña. Se elevan sobre el hermoso panorama de Manizales y desde allí dan un testimonio de amor y compañía. Podría decirse que la vida “abajo” sigue un ritmo normal mientras Dios a través de estos músicos le dice a la humanidad que la ama, que no tenga miedo. Así mismo, las escenas grabadas en los páramos donde se ve el agua correr y se respira el frío de lo natural, nos hablan de la inmensidad de la creación, de lo pequeños que somos para que Dios se acuerde de nosotros; no obstante, allí, en el abismo de la soledad, también está Él para fortalecernos.


Sin embargo, la imagen que más me gustó es la de las ruinas… Es allí, sobre todo, en donde nos encontramos con Dios. Si lo sublime de la naturaleza nos recuerda su presencia, es precisamente en la ruina donde descubrimos su amor y su acompañamiento. Como dice la letra de la canción “aquí estoy, protegiéndote, llevándote en mis brazos, no tengas miedo”. Los que hemos sentido la presencia de Dios en nuestras vidas sabemos que es en el momento de la dificultad, en la tribulación, en la tristeza, en la angustia, en donde más fuerte se siente su mano, donde su abrazo es más real.
Finalmente, un detalle que no se nos puede escapar. Diego Cardona durante la canción deja ver que lleva en su mano derecha una camándula como representación de su devoción a la Virgen María, también protectora y compañera para nuestros pasos, también ella, Nuestra Madre nos dice: “No tengas Miedo”. San Juan Bosco afirmaba: “confía en María Auxiliadora y verás lo que son los milagros”. Diego Cardona, es un mariano en todo el sentido de esta expresión, es un hombre sencillo, amable y servicial; es un docente dedicado a su labor, es un evangelizador de tiempo completo; su equipo de trabajo, los que lo hemos conocido, damos testimonio de la obra de María en su caminar. A través de su voz y sus canciones nos hacemos testigos de los milagros que se pueden alcanzar cuando hay fe.













Caballero del Aurora, 5 de noviembre de 2018.

miércoles, 8 de marzo de 2017

Palabras injustas


Es evidente lo frágiles que somos. Las palabras nos destruyen. El lenguaje en sus usos más bajos y perversos viaja al centro de nosotros y nos fisura. Somos cristales que se van fragmentando como consecuencia de la mala comunicación. Me duele ver la muerte salir convertida en palabras, expresiones lastimeras que viajan como balas, como cuchillos y se van clavando en destinos frágiles y desafortunados. Las más de las veces, ese armamento deshumanizado, cae sobre las mujeres. Se estrellan una serie de palabras contra el interior de su ser. Y tal parece que eso responde a lo vacíos que somos como raza humana: capaces de privilegiar las modas, los estilos, el dinero y lo material sobre las mismas personas.
Leía por ejemplo un nuevo desorden mental que se está dando en la actualidad y al que dolorosamente han llamado gordofobia, es una conducta que consiste en discriminar a las personas por la talla y el tamaño de sus cuerpos y han querido diferenciarlo de otras formas de agresión por su alcance global y por las consecuencias psicológicas que provoca. Sin duda, los cánones de belleza actualmente impuestos castigan la talla sobre cualquier otro rasgo físico y deshumanizan a quienes no los cumplen, en especial a las mujeres.

La mujer es atacada por su conducta sexual, se le quiere determinar en lo que dice, lo que hace, lo que provoca, lo que permite, cómo se viste, etc. Pero lo más doloroso es cuando quieren limitar hasta su propia feminidad, aquello por lo que los antiguos le rendían culto a los cuerpos femeninos: la fertilidad. Hoy es un problema que una mujer amamante a su hijo en público, para nuestra sociedad un pecho al descubierto es una blasfemia a la estética y a la belleza morbosa a que quieren acostumbrarnos. El #Tetazo celebrado en Argentina el pasado 7 de febrero, al igual que el movimiento mundial #Niunamenos, son muestras de la necesidad que tenemos de modificar nuestro uso del lenguaje. El feminicidio más brutal, el más inhumano, no es el que le quita la vida al cuerpo, sino el que le quita a vida al alma.
Hace poco viajó hacia el infinito mi querida Eli, cansada de que por su condición sexual el mundo la asfixiara, no coincidió jamás con el movimiento de las cosas, de los seres, de esta época en que nos tocó vivir, una época que no entiende que las imperfecciones hacen parte de la vida; aunque sin duda ella era la mujer más perfecta que pudo existir. Se arrojó de un salto hacia la eternidad, a dónde siempre perteneció, y sin quererlo nos dejó sin su presencia, aunque presiento que su ser con nosotros permanece.


Periódico el Faro, Marzo de 2017.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Regresemos al Amor Primero

“Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando. ”
(Hechos de los Apóstoles 2, 42-47).
 
La crisis de fe actual tiene raíz en la vivencia de la comunidad. Nos cuesta ser con el hermano[1]. Queremos enseñar y guiar pero nunca ser guiados. Nos empeñamos en conseguir -tener- la razón aun sabiendo que nos equivocamos, que no somos perfectos como deberíamos. Por eso los cristianos ya no acuden a nuestras reuniones, ni creen en nuestra enseñanza, porque nosotros no compartimos el pan. Hemos perdido -olvidado- un pilar fundamental a la hora de atraer hacia Cristo: el “miren como se aman” que hizo de la primera comunidad de cristianos un modelo a seguir; ese “miren como se aman” que sostuvo la Iglesia durante muchos años -hasta nuestros días- y que ahora por la lucha de poder se fue borrando de nuestros corazones: ya la individualidad, la autosuficiencia, el “yo puedo solo”, el prescindir del otro porque tiene un cargo menor, o porque yo me siento superior, ha convertido nuestros principios originarios en desechos inservibles. Dios nos eligió no por ser los mejores sino porque quiere mejorarnos, quiere hacer de nosotros hombres de amor, no solo quiere que lo amemos es necesario que nos amemos entre nosotros. Él quiere enseñarnos ese amor, esa forma de amar, esa forma de vivir.
Y a la hora de culpar estamos preparando piedras contra el hermano, nos enceguecemos contra la paja en el ojo del otro. Pues bien, sabemos que es culpa nuestra, pero sobre todo mía: Cuando no cumplí el mandato de amor al hermano, cuando no te escuché, cuando no te visité si estabas enfermo, cuando no te di un buen consejo, cuando vencido por el cansancio te grité, cuando no te presté la ayuda que necesitabas, cuando me sentí superior a ti y te miré por lo bajo, cuando te hice la guerra, cuando no te demostré lo suficiente que eras realmente importante para mí y para Dios, pido perdón por mi falta de amor.
Dice Gahvir Fahiaci[2]: “el amor dista de ser una fingida pose pietista, o un frenético y contorsionado rictus de locura carnal; es el elemento transformador por excelencia, el secreto de todos los secretos, la clave real y suprema de los auténticos alquimistas, el elixir que produce la eterna juventud...” el arma que hace que el hombre trascienda su simpleza de criatura y se haga súper-hombre como apenas lo atisbó Nietzche, el amor inspira la aureola de los santos y la corona de los mártires. Gracias al amor tiene validez la sentencia sicut dei (serán como dioses), y la prodigiosa reflexión de Cristo: “haréis estas cosas y aun mayores, cuando derrame sobre vosotros el Espíritu Santo” -en últimas el amor-. El amor hizo cierta la expresión de Pascal: “el hombre es infinitamente superior a sí mismo”, gracias al amor es plausible hablar de Dios, al amor se referían, probablemente, Platón cuando habló del Demiurgo Creador, Aristóteles del Motor Inmóvil, Liebniz de la Monada Suprema, Fitchte del Absoluto, Spinoza de la Sustancia Absoluta, Hegel del Espíritu Absoluto, Kant del Noúmeno, y del Superalma Bergson. El amor bellamente definido por Teihlard de Chardin “...es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de las energías cósmicas”. El amor fuerza transformadora del hombre y del mundo, hace que dos desconocidos sean hermanos sin unión sanguínea, hace de nuestras comunidades verdaderos templos de Dios, pero es necesario que sea un amor leal y verdadero, no el que solo se dice o se escribe, sino el amor con el que se vive, debemos reavivar el tan admirado en la antigüedad “miren como se aman”, el amor que se viva en las comunidades cristianas debe ser un amor transparente, ya lo decía August Comte “el amor no puede ser profundo sino es puro”.
Yo mismo me estoy cansando de este discurso “se amordaza el amor cuando se discurre sobre él”[3]. yo mismo no amo como debería, yo todavía no doy la vida por el hermano, aun sigo señalando al hermano que cae en vez de ayudarlo a levantar, todavía cuestiono la autoridad que me brinda seguridad, sigo sin entender cómo se llega a pensar tan bonito, racionalmente un discurso seguro, pero en el actuar diario una total contradicción. Esto hermanos está destruyendo nuestra Iglesia desde dentro, la gente ya no nos cree, la gente ya no ve a Cristo a través de nosotros, esto debería estar preocupándonos a todos, los fieles ya no creen en el discurso del “cura”, discurso que no por demás carece de ejemplo de vida “más que preceptos... son vivencias lo que necesitamos”[4], se queda en las palabras. Juan Pablo I decía “el mundo de hoy necesita más de testigos que de maestros”, como hablar del amor cuando no lo practicamos, no lo vivimos, de Cristo cuando Él no vive en nosotros, testigos de qué...
Con muy feliz memoria recuerdo las palabras de Chiara Lubich “una comunidad puede no tener un espíritu de comunión”, frase lapidaria que debería cuestionarnos profundamente, según estos términos ¿cómo es mi vida en comunidad?, será que me he quedado en el cumplimiento, o debería decir en el cumplo y miento, de decir amar al hermano y no poder hacer nada por él, activista sin oración, o simple altruismo -que no es malo- que no trasciende a lo alto, ¿mi hermano se siente amado por mí? En los diálogos que solían tener los estudiantes del oratorio de Don Bosco giraban muchas veces en discutir ¿quién era el más amado por San Juan Bosco? Cada uno daba mil motivos para ser él el más querido por el santo, en últimas todos y cada uno se sentían los más queridos; ¿sienten eso de ti tus hermanos? ¿Los que te rodean se sienten realmente queridos por ti?
Gracioso el cuestionamiento con el que termino el párrafo anterior, realidad a la que nos vemos expuestos continuamente. Crisis de humanidad, así lo califica Joseph Gevaert en su libro La Condición Humana, es cierto, presenciamos la más profunda crisis que haya podido atravesar el hombre en toda su historia. Crisis que podríamos llamar de muchas maneras; crisis que carcome los tejidos de nuestra sociedad; crisis que transforma el contexto social, crisis que nos hace ciegos ante una realidad inminente: el hombre en su búsqueda egoísta por encontrarse a sí mismo se ha perdido de sí, el nosce te ipsum (conócete a ti mismo -sentencia del areópago griego-) se convirtió en el ignora a tu hermano. El mayor problema del hombre es sí mismo, su mayor enemigo está dentro no fuera como él cree, su mayor enemigo no es Dios, ni el Demonio, ni la sociedad, nada que esté fuera, es él mismo su propio destructor. Llevamos miles de años destruyendo lo que Dios nos regaló como única casa, miles de años matando la única compañía racional que Dios nos dio -el hermano-. Crisis de humanidad que se traduce en la realidad más triste que debemos aceptar: nuestra crisis tiene raíz en nuestra falta de amor. Nacimos con una profunda necesidad de ser amados, pero nadie se atreve a amar...
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado”, “nadie ama más que el que da la vida por sus amigos”, “hagan esto en memoria mía”. Profundas recomendaciones que Cristo nos dejó. Él no nos pidió discursos coherentes, largas oraciones, fundar nuevos estilos de vivir en comunidad, sermones llenos de palabras; nos pidió algo sencillo y simple: Amar; pero con una finalidad: ser como él. Cuando Jesús dijo “sean perfectos como mi Padre es perfecto”, dijo simplemente Amen como mi Padre ama. Yo y el Padre uno somos. ¿Qué otra cosa puede hacerlos uno si no el amor? ¿De qué otro modo si no a través del amor puede ser Dios la comunidad perfecta del amor? el Papa Benedicto XVI le dedicó toda una encíclica a hablar de lo único que puede cambiar nuestra triste realidad Deus caritas est (Dios es amor), tan sencillo como eso, si Dios es amor y nosotros somos sus seguidores que debemos hacer: ¿hablar de Dios o amar como Dios? ¿Hablar del amor o vivir en el amor? Claro está que es muy difícil para el hombre amar de este modo, pero eso lo sabe Dios, y lo sabemos nosotros, no es nuestra obra, es la suya, Él lo dijo: “sine me nihil potestis facere” (sin mí nada pueden hacer), por eso hemos de rendirnos plenamente a Él, darle todo a Él, dejar todo en sus manos, decir con María: “ecce ancilla Domine, fiat me sicum verbum tua” (he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra), y que el Espíritu engendre a Dios en nuestras vidas, que engendre su amor en nuestros corazones.

Pablo Andrés Villegas Giraldo
Filósofo, ensayista y escritor de poesía
2016




[1] Todo este escrito nació sobre la meditación de cómo vivía la primera comunidad, testimonio que guardó San Lucas en su narración de los Hechos de los Apóstoles.
[2] GAHVIR FAHIACI. La Sabiduría del Látigo. Álvarez, La Ceja, 1986. p. 19.
[3]    Ibíd.
[4]    ibíd. p. 77.

sábado, 8 de octubre de 2016

En torno a un mito, Perséfone.


Autor desconocido

Antes del tiempo, antes de que existiera el lenguaje y se le dieran nombres a las cosas, una hermosa joven de vientre núbil, hermosos ojos, figura esbelta y piel blanca, solía recorrer los campos para cortar bellas flores. Una mañana, salió con sus hermanas al jardín y se disponía a cortar un narciso; de manera intempestiva, y antes de que la joven virgen pudiera razonar, se abrió la tierra y ante sus pies un carro tirado por caballos negros la raptó. La joven gritó pero nadie intervino ante el violento secuestro; pese al forcejeo la dulce virgen llamada Perséfone fue llevada por su raptor, el poderoso Hades, quien contra su voluntad la llevó a las profundidades del inframundo.
Un silencio ensordecedor se apoderó del mundo. Su madre, la preciosa Deméter, una vez se enteró comenzó a buscarla. La tierra se endureció y la sequía arreció haciendo imposible el cultivo y la agricultura. Los hombres comenzaron a morir por la inanición y la deshidratación. Las lágrimas de Deméter no conmovieron el corazón del dios de los muertos y la bella madre no se resignaba a tan fatal pérdida. Preocupado por el futuro de los hombres, ante la insistencia de Deméter, Zeus padre de Perséfone, convenció a su hermano Hades para que dejara a la virgen volver a los brazos de su madre. El plan era simple, la joven pasaría seis meses en el Averno como la esposa de Hades y otros seis meses con su madre. Las fiestas a estas diosas se celebran entre septiembre y octubre.
Esta historia, además de fascinante, pertenece a una serie de mitos que narran los primeros eventos de la civilización humana. Narra el paso del nomadismo a la agricultora, la recolección de frutos pasa a segundo plano y ahora será necesario también cultivarlos. Asimismo, el mito explica los ciclos naturales, la llegada de la primavera coincide con el tiempo en que la chica pasa junto a su madre; por otro lado, la semilla tiene que ser enterrada en el fondo de la tierra para que se pueda cultivar y así hacer posible la cosecha. Esto demuestra que los ciclos de la muerte y de la vida han representado los más secretos misterios, dignos de una adoración suprema, de un respeto profundo.
Un mundo como el nuestro, que ha dejado de lado el misterio, que se burla de la fantasía y que ha renunciado al asombro, nos abruma con su monotonía; cuando todo tiene un sentido y la razón puede explicarlo todo, nos hartamos muy pronto. Quizás el mundo era menos desafortunado cuando dependía de la intervención de seres mágicos, cuando los dioses hacían parte importante de los ciclos vitales, cuando no estábamos solos.

Pablo Andrés Villegas Giraldo, Filopoeta.
Periódico El Faro Edición Impresa #79 - Septiembre 2016
Bernini.

jueves, 6 de agosto de 2015

Herejías



En el principio era el todo
Sobre las aguas vagaba la nada
Y el orden reinaba al principio.

En el principio era la luz
El Demiurgo habitaba el crepúsculo
Y creó la oscuridad con polvo de estrellas muertas.

En el principio el Cosmos ordenado
Había excluido el mal de su destino
Y todo marchaba “como Dios manda”.

Y vino el hombre a habitar el tiempo
Y trajo consigo la idea de existencia,
De muerte; fatal suceso impreciso: Creatio ex nihilo.

Así todo cambiaba de amo
Creciendo y poblando la tierra
El universo compungido lloró amargamente.

Todo era bueno cuando el ser habitaba el ser
Cuando la eternidad era el uno y el bien era bello
Cuando el amanecer no tenía nombre, ni dueño.

Todo muere con el nacimiento
La génesis, la caída en el tiempo,
Pasamos de lo eterno a lo sensible en un instante

Y ese instante compone toda nuestra existencia,
Eterna, funesta, vespertina y siniestra,
Lamentable ese salto, inevitable castigo.

Nacemos con la muerte
Nos muere en el pecado todo lo que nos vive
Y el ser besa en silencio su naturaleza perdida.

En el principio era el silencio y el silencio habitaba la tierra
Pero vino el hombre y creó las palabras
Con el polvo sobrante de las estrellas muertas.

Caballero del Aurora, agosto de 2015.